viernes, 5 de octubre de 2018

Estudios científicos que avalan la Neuroeducación

Existen muchos estudios que evidencian el hecho de que el cerebro es un órgano plástico.
Por ejemplo, Maguire et al. descubrieron que el hipocampo de los taxistas de Londres era mayor que el del resto de conductores; y que, entre ellos, el mayor tamaño correspondía a los taxistas más expertos. Así, se pudo observar que esta región cerebral relacionada con la memoria espacial estaba más desarrollada cuanto más se utilizaba.
Y, posteriormente, en un estudio de Temple et al. se prueba que ciertas regiones disfuncionales del cerebro de los disléxicos pueden mejorar mediante un entrenamiento cognitivo apropiado.
Respecto a la influencia de las emociones en nuestro aprendizaje, un estudio de Erk et al. concluye que las que son positivas facilitan el proceso de incluir la información en nuestra memoria y de aprender, mientras que las estresantes lo dificultan.
De hecho, según el informe Educación emocional y social, cuando se aplican programas de educación emocional a los estudiantes de distintos niveles educativos mejora tanto su rendimiento académico como su motivación y optimismo, a la vez que disminuyen los problemas disciplinarios y se mejoran las relaciones tanto entre iguales como con los mayores.
En cuanto al refuerzo de dopamina que recibimos cuando aprendemos con gusto, Waelti, Dickinson y Schultz no solo lo probaron, sino que descubrieron que el mero hecho de pensar que se va a recibir esa satisfacción, de anticiparla, mejora los resultados en el aprendizaje.

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